Aún no sabemos a ciencia cierta cuál será el costo económico que tendrá en México la pandemia del coronavirus. Lo que sí sabemos es que será de los más grandes a nivel internacional.
Es probable que el PIB caiga más en algunos países de Europa, especialmente en España e Italia. Lo mismo sucederá en América Latina. Entre las grandes economías de la región la que será más golpeada será la de Brasil.
Sin embargo México no se quedará muy atrás.
Algunos de los escenarios que organismos internacionales e instituciones financieras han establecido señalan la posibilidad de que la economía caiga en más de 8 por ciento en este año.
De acuerdo con algunos registros históricos, sólo en el año 1932, tras la Gran Depresión, hubo una caída superior.
Cuando se den a conocer los datos del segundo trimestre de este año, apreciaremos la dimensión del desplome del PIB pues estará en un rango de 15 a 20 por ciento.
Se ha comentado ampliamente el efecto que este desplome económico tendrá sobre los ingresos de las personas y sus familias. Las estimaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) señalan un incremento de 10 millones en el número de pobres en el país.
Al observar estas cifras se explica la impaciencia y a veces desesperación del gobierno federal y de diversos gobiernos locales para reabrir la economía. Consideran que si el confinamiento trajo consigo este desplome, en cuanto termine veremos un repunte.
La realidad será bastante más compleja. Si la reapertura ocurre, como está pasando en muchos lugares del país, en una etapa en la que el proceso de contagios sigue hacia arriba, lo que vamos a ver es una aceleración de estos. Es decir, lo que se logró evitar en cierta medida con el confinamiento se podría desatar ahora con la reapertura y salvo que exista una completa insensibilidad, lo que ocurre el día es que nuevamente sería necesario cerrar la economía.
Ya está sucediendo en China, donde la aparición de nuevos casos en Beijing condujo a un nuevo confinamiento en diversas zonas de la capital china.
Incluso, en ese escenario, si la decisión de volver a cerrar no fuera tomada por el gobierno federal o los gobiernos locales, es probable que las personas y las empresas tuvieran la sensatez de cerrar nuevamente para tratar de frenar los contagios.
Hasta ahora el argumento esgrimido por el gobierno federal para justificar el manejo de la pandemia es que los datos de los fallecidos en proporción a la población total son menores que en muchos otros países. Igualmente se señala el argumento de que la capacidad hospitalaria no fue rebasada por el número de personas que demandan atención.
Respecto al primer argumento, la realidad es que es muy probable que haya una grave subestimación en el número de fallecidos reconocidos oficialmente. El hecho de que México sea el país que ha practicado menos exámenes por persona, entre los que tienen alto volumen de contagios, da lugar a esa subestimación y deja en la niebla la cantidad real de personas que fallecieron por la infección del virus.
Las investigaciones hechas en el Registro Civil de la ciudad de México indican que el número de muertos en la capital podría estar tres veces por arriba del reconocido oficialmente.
Si esa fuera la proporción a nivel nacional estaríamos actualmente en una cifra cercana a los 50 mil fallecidos, solamente por abajo de Estados Unidos.
En cuanto a la capacidad hospitalaria, en realidad lo que se observa es que hay un gran número de enfermos que no acude al hospital. Quienes tienen los síntomas no siempre llegan a un nosocomio y a veces permanecen en sus domicilios, en algunos casos esperando el desenlace fatal y en la mayor parte esperando su recuperación.
La campaña que se ha lanzado en la Ciudad de México para, a través de centros de asistencia y de brigadas, detectar casos que ameriten hospitalización, es un ejemplo de que la propia autoridad está conciente de la falta de registro de los casos, y del hecho de que frecuentemente llegan a los hospitales hasta que se encuentran en estado grave.
La condición de la economía no va a mejorar hasta el momento en el que realmente ya tengamos un control razonable de la pandemia, lo que pese a todos los dichos de los funcionarios públicos, aún no sucede.
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