Así vieron los priistas y panistas el resultado de la elección del domingo 1 de julio: fueron arrollados y no se dieron cuenta ni siquiera de cómo fue ese desastre.
La miopía ante el previsto desastre
En el PRI y en el PAN sabían que iban a perder. Una cosa era lo que decían en las entrevistas y declaraciones públicas y otra lo que realmente pensaban. Cuando, en reuniones privadas, se sinceraban, expresaban que no veían manera de parar a López Obrador.
Pero muy pocos creían que la derrota sería de la magnitud que lo fue. Imaginaban que, al final, la gran ventaja que revelaban diversas encuestas se iba a cerrar y el triunfo de AMLO sería quizás por un margen de 10 a 15 puntos, no más. Nadie imaginaba que ese margen llegaría a los 30 puntos.
El PRI imaginaba que el aparato político del partido, movido por recursos públicos locales y federales, saldría el 1 de julio a respaldar a los candidatos del partido tricolor.
El PAN imaginaba que la posición de segundo lugar de Anaya en las encuestas serviría para que muchos electores optaran por pasarse del respaldo al PRI hacia el de Ricardo Anaya, es decir, seguían con el sueño del voto útil.
Eran ilusiones que mantuvieron vivas hasta la mañana de la elección. Y al final fueron arrollados.
La realidad es que el desastre era previsible. López Obrador logró atraer más y más electores sistemáticamente.
Los que temían al candidato agresivo que mandaba al diablo a las instituciones empezaron a encontrar a un personaje moderado que no habían visto antes. No creyeron en todo lo que las campañas negativas le atribuían. Incluso, muchos pensaron que si lo atacaban de manera desmedida era porque algo bueno significaba.
El problema de fondo es que los principales adversarios de AMLO nunca lograron entender las limitaciones de sus candidaturas.
José Antonio Meade, de lejos el hombre más calificado entre los competidores, con honestidad a toda prueba, nunca quiso o nunca pudo deslindarse del presidente Peña Nieto.
Sus atributos positivos, poco a poco se fueron esfumando en la percepción del público y, por el contrario, se le fueron adhiriendo todos los defectos que la gente veía en los gobiernos del PRI.
No se qué hubiera pasado si se hubiera deslindado del presidente. Pero, creo que peor no le hubiera ido.
En el caso de Ricardo Anaya, hubo un exceso de confianza. Él y sus estrategas pensaron que la habilidad retórica del candidato del Frente, su juventud, y, sobre todo, su actitud agresiva y frontal al atacar al presidente Peña le atraería las simpatías de la población enojada con el gobierno.
Nunca ocurrió. Si la gente quería respaldar el voto en contra del sistema, López Obrador era su opción, no Anaya.
Los contrincantes de AMLO nunca lograron construir candidaturas viables
Pero había caminos para hacerlo. No se si para ganar, pero al menos sí para competir con mejor desempeño.
En el caso de Meade, se requería el sacrificio del presidente, quien debió haber empujado a que se deslindara del PRI y del propio Peña. Era una movida arriesgada, pero era la única razón por la que se optó por un no priista. El no hacerlo, empezó a hacer naufragar la candidatura. Si no se iba a separar Meade del PRI y del presidente, hubiera sido mejor proponer a un candidato claramente priista.
Es decir, la estrategia electoral del PRI resultó absolutamente inconsistente.
En el caso del PAN, Ricardo Anaya no se dio cuenta de que en la propia campaña habría de pagar las facturas de haber tomado por la fuerza la candidatura en el PAN y de haber impuesto una alianza que destripó al PRD.
Con esos saldos trágicos, no había forma de que Anaya fuera competitivo.
En realidad, López Obrador ganó desde mucho tiempo antes de la elección del 1 de julio. Pero el desastre de las campañas de sus adversarios le abrió el camino a un triunfo arrollador.
No es ocioso reconstruir la historia porque entender cómo fue que llegó AMLO a la presidencia es algo que puede condicionar la manera en la que va a actuar.
Hay muchas historias que todavía requieren contarse para entender bien qué fue lo que pasó en México en los meses recientes. Poco a poco las iremos conociendo.
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