Quizás en ninguna campaña presidencial en México, un proyecto específico, como el del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM), se había convertido en un tema central del debate político.
Andrés Manuel López Obrador le apuntó desde hace varios años. En 2015, cuando estaba aún muy lejos la contienda, empezó a combatir el proyecto, inicialmente señalando las desventajas técnicas de construirlo en Texcoco, en el lugar en el que se está desarrollando.
Sin embargo, en los últimos meses, lo ha convertido en una de las banderas más visibles de su discurso central de campaña: la lucha contra la corrupción.
Elegir los argumentos correctos
En sus argumentos, le ha dado un papel secundario a los aspectos técnicos, y ha puesto el principal acento en la posible corrupción.
No es gratuito ese giro. Incluso ha encontrado que algunos de los contratistas relevantes del NAIM, como Carlos Slim y la familia Hank, pueden estar en el imaginario colectivo como empresarios beneficiados por el gobierno desde hace mucho tiempo.
Y, Andrés Manuel tiene el suficiente instinto político para saber que no puede dejar esa bandera.
Por eso no tiene empacho en promover una discusión de carácter técnico, ya que sabe que los principales argumentos que se van a esgrimir no tienen que ver con la localización o el terreno, sino con el dinero.
El argumento es que se diseñó un proyecto caro para que haya negocios gordos y para que, por lo tanto, pueda haber mucha corrupción.
En un electorado que ve a la corrupción como el gran mal nacional, ese discurso prende.
Las campañas tendrán otras prioridades
Y, en contraste, impacta mucho menos el que señala que el cuestionamiento a la inversión pone en riesgo la imagen de México, así como la seguridad jurídica.
El candidato de Morena no teme que le critiquen por lo anterior, pues en términos electorales puede ser más redituable el discurso que propone hasta ahora.
Es probable que en los siguientes días el tema del Nuevo Aeropuerto salga de la agenda ya que las campañas electorales van a salir de la capital.
Quizás López Obrador, que va a estar en el arranque en Ciudad Juárez y luego en otros puntos del norte de la República, vaya a poner más énfasis en temas sensibles para electores de estados en los que la inseguridad llega a circunstancias extremas. Y en el caso de Meade, que va a estar inicialmente en Yucatán, quizás deba hablar principalmente de los proyectos de desarrollo económico, en una entidad con poca inseguridad y con un potencial de crecimiento económico muy notable.
Pero el tema aeroportuario no va a quedarse fuera de la agenda. En la primera coyuntura en la que le sea posible, López Obrador va a volver a ponerlo en escena. Sabe que es un asunto en el que tiene la capacidad de poner la agenda y obligar a sus competidores a reaccionar, llevándolos a un terreno en el cuál el se siente con mayor seguridad.
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